¿Qué espera Dios de su siervos ? Jesús lo resumió
en unas cuantas palabras sencillas y profundas: Él
le dijo: Amarás al Señor,
tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor
y el primer mandamiento. El segundo es semejante a este; Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende la Ley de los Profetas.
Esto implica hacer lo que Dios manda y corresponder de este modo al amor que él nos muestra. Quienes amamos a Dios no vemos esto como una carga, sino como una delicia. Jesús menciono un segundo mandamiento que, como él mismo señaló, está muy relacionado con el anterior.
Es oportuno centrar la atención en este mandamiento, pues hoy reina el egoísmo, que no es otra cosa que amor mal dirigido. Aunque detesta la maldad, trata con bondad a los pecadores , dándoles la oportunidad de dejar atrás su mala conducta y recibir vida eterna. El desea que todos alcancen el arrepentimiento.
Por eso Jesús dijo; Id, pues, y hacer discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Tenemos la obligación cristiana de amar a nuestra familia de hermanos espirituales, todo el que odia a su hermano es homicida. Si alguno hace la declaración: Yo amo a Dios; y sin embargo está odiando a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, no puede estar amando a Dios, a quien no ha visto.
Nunca olvidemos que el amor al prójimo está ligado al amor a Dios. Jesús ayudo a los pobres, curó a los enfermos, dio de comer a los hambrientos y además, enseño a las multitudes. El efectuó todas las cosas para la gloria de Dios, y jamás perdió de vista el deber de representar a su amado Padre y ser un fiel reflejo de su personalidad.
Si imitamos a Jesús, nosotros también amaremos de verdad al prójimo.
Amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos significa tener con ellos la actitud que nos gustaría que ellos tengan con nosotros y darles el trato que desearíamos recibir.
El amor al prójimo nos ayuda a no cometer malas acciones; con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. En efecto. Lo de: No adulteraras, no mataras, no robaras, no codiciaras y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud.
Antonio Armario Muñoz
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